“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13:16-17).
¡La marca de la bestia! Durante el periodo de la Tribulación surgirá un gobernante poderoso y perverso, ordenando que todos reciban una marca en la frente o en la mano derecha. Aquellos que se nieguen sufrirán la ira de la bestia. Los que se sometan sufrirán la ira de Dios. Aquellos que se opongan reinarán con Cristo en Su gloria milenial. Los que se sometan serán atormentados con fuego y azufre en la presencia de los santos ángeles y en la presencia del Cordero.
Cuando leemos esto, podemos sentirnos muy al margen, sabiendo que pertenece al futuro y creyendo que la iglesia mientras tanto será arrebatada al cielo. Sin embargo, hay un sentido en el que la marca de la bestia está ahora con nosotros. Hay veces en la vida en las que somos forzados a escoger entre la lealtad a Dios o inclinarnos a un sistema que se opone a Dios.
Hay ocasiones cuando, para conseguir un empleo, por ejemplo, se nos pide aceptar condiciones que son claramente contrarias a los preceptos divinos. Es fácil justificarnos entonces: Si no trabajamos, no podemos comprar alimentos, y si no comemos no podemos sobrevivir, y tenemos que vivir ¿no es así? Bajo esta falsa excusa aceptamos las demandas y, de hecho, nos ponemos la marca de la bestia.
Todo lo que amenaza nuestras provisiones de comida o la continuación de nuestra existencia nos llena de pánico y somos tentados a sacrificar casi cualquier cosa para alejar esa amenaza. Los mismos argumentos que los hombres emplearán justificándose para adorar la imagen de la bestia en el periodo de la Tribulación, son los que se nos presentan hoy cuando tenemos que escoger entre la verdad de Dios y nuestras propias vidas.
La idea de que debemos vivir es falsa. Lo que debemos hacer es obedecer a Dios y no amar nuestra vida, sino menospreciarla hasta la muerte.
F. W. Grant escribió: “En la moneda por la que vendemos la verdad aparece siempre, imperceptible, la imagen del Anticristo”. De modo que la pregunta no es “¿Me negaría a llevar la marca de la bestia si estuviera viviendo en la Tribulación?”, sino más bien: “¿Me niego a vender la verdad ahora?”