18 Octubre

“Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido” (Salmo 119:99-100).

 

Cuando leemos por primera vez estos versículos suenan como las palabras de un fanfarrón inmaduro o las de un egoísta bien desarrollado. Nos sorprendemos al encontrar estas palabras jactanciosas en la Biblia. Más bien parecen ser sub-cristianas.

Sin embargo, al estudiar los versículos más detenidamente, encontramos una pista que elimina esta dificultad. El salmista ofrece una razón que explica su conocimiento superior: “…porque tus testimonios son mi meditación”. En otras palabras, afirma que tiene más entendimiento que todos sus maestros que no conocen las Escrituras. Entiende más que los viejos, cuyo conocimiento es solamente secular. No se contrasta a sí mismo con otros creyentes, sino tan sólo con los hombres de este mundo. ¡No hay duda de que está en lo cierto! El creyente más humilde puede ver más sobre sus rodillas que el incrédulo más culto de puntillas. Consideremos algunas ilustraciones:

Un gobernante asegura al pueblo que habrá paz en el mundo si se toman una serie de acciones. En una aldea, un campesino cristiano escucha el discurso por la radio. Sabe que jamás habrá paz hasta que el Príncipe de Paz establezca Su Reino sobre la tierra. No será hasta entonces que los hombres cambien sus espadas en arados y dejen de adiestrarse para la guerra. Aquel hortelano tiene más entendimiento que el diplomático.

Nos encontramos con un renombrado científico que enseña que el universo, tal y como lo conocemos, vino a la existencia sin ninguna agencia divina. Sentado en el aula está un recién convertido a Cristo. Por medio de la fe este estudiante entiende que el universo fue enteramente organizado por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He. 11:3). El estudiante tiene un discernimiento que el científico no posee.

Una vez más, pensemos en el psicólogo que busca explicar la conducta humana a través de teorías de hombres que no aceptan el hecho del pecado innato. El creyente que conoce la Palabra de Dios sabe que todo hombre hereda una naturaleza perversa y corrupta, y que en caso de que esto no se reconozca, sólo llevará a soluciones inútiles para los problemas del hombre.

El salmista no se estaba complaciendo en una frívola vanagloria al decir que tenía más entendimiento que todos sus maestros. Los que caminan por la fe tienen una mayor visión que los que caminan por la vista. Los que meditan en los testimonios de Dios disciernen verdades que están escondidas de los sabios y prudentes.

Josue G Autor