“…si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere lleva mucho fruto” (Juan 12:24).
Un día ciertos griegos vinieron a Felipe con esta noble petición: “¡Señor, quisiéramos ver a Jesús!” Mas ¿para qué querían verle? ¿Quizás querían llevarle a Atenas y darle a conocer como el nuevo filósofo de actualidad? O ¿tal vez querían salvarlo de la crucifixión y la muerte que ahora parecía inevitable?
Jesús contestó a su petición con una de las grandes leyes de la cosecha: para que un grano sea productivo debe caer a tierra y morir. Si no pasara por la muerte, quedaría solo. Disfrutaría de las glorias del cielo para Sí mismo; no habría pecadores salvos que las compartieran. Pero si moría, abriría un camino de salvación por el que muchos disfrutarían de la vida eterna. Era imperativo que se ofreciera como sacrificio en vez de darse a una vida llena de comodidades.
T. G. Ragland dijo una vez: “De todos los planes para el éxito seguro, el más cierto es el de Cristo: volverse un grano de trigo que cae en la tierra y muere. Si nos negamos a ser granos de trigo… si el sacrificio nunca figura en nuestros pensamientos, ni arriesgamos la reputación, las propiedades y la salud, si cuando somos llamados no renunciamos a los lazos familiares por amor de Cristo, entonces nos quedaremos solos. Pero si deseamos llevar mucho fruto, debemos seguir a nuestro Bendito Señor convirtiéndonos en grano de trigo, y muriendo, entonces llevaremos mucho fruto”.
Hace algunos años leí acerca de un grupo de misioneros en el África que habían trabajado incansablemente por años sin ver algún fruto perdurable para Dios. En su desesperación, finalmente anunciaron una reunión en la que se pondrían delante de Dios en oración y ayuno. En la discusión que siguió, uno de los misioneros dijo: “Creo que no veremos la bendición hasta que el grano de trigo caiga a tierra y muera”. Un poco más adelante, ese mismo misionero enfermó y murió. Entonces la cosecha comenzó: llegó la bendición que había predicho.
Samuel Zwemer escribió:
Sólo cuando perdemos ganamos,
Sólo por la cruz hay salvación;
Para que el grano de trigo se multiplique
Debemos caer en tierra y morir.
Dondequiera que los campos se maduran,
Ondeando sus gavillas de oro,
es porque algún grano de trigo ha fallecido,
Alguien que fue crucificado,
que ha luchado, llorado y orado,
Y ha combatido las legiones de Satán impávido.