28 Mayo

“Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).

 

La Biblia enseña que llegamos a ser como aquello que adoramos. Esta idea importante se encuentra en el texto de hoy. Vamos por partes, y haciendo un análisis:

Nosotros todos: Esto es, todos los verdaderos creyentes;

a cara descubierta: el pecado extiende un velo entre el Señor y nuestro rostro. Pero éste se desvanece cuando confesamos y abandonamos el pecado;

mirando como en un espejo: el espejo es la Palabra de Dios, en el cual miramos;

la gloria del Señor: es decir, Su excelencia moral. En la Biblia contemplamos la perfección de Su carácter, la belleza de Sus obras y caminos;

somos transformados en la misma imagen: llegamos a ser como Él. Somos transformados por medio de la contemplación de Él. Cuanto más nos ocupamos con Él, más venimos a ser como Él.

Este cambio es:

de gloria en gloria: de un grado de gloria a otro. El cambio no ocurre de una vez para siempre. Es un proceso que continua a medida que le miramos. La transformación de nuestro carácter es efectuada así.

como por el Espíritu del Señor: el Espíritu Santo produce la semejanza de Cristo en todos aquellos que contemplan por la fe al Salvador tal como se revela en la Biblia.

En Los Cuentos de Nathaniel Hawthorne, había una montaña con una gran roca que parecía ser una cara, llamada “Cara de Piedra”. Según la leyenda, algún día vendría al valle un gran bienhechor, y sería reconocido por su cara, que sería la de la famosa roca: Cara de Piedra. Todos miraban para ver quién sería. Pero al final no fue ninguno de los personajes grandes de la zona: el Sr. Recogeóro, el General “Sangre y Truenos”, el Viejo Pedroso Phiz ni el poeta, sino el humilde Ernesto, un muchacho del pueblo que había pasado mucho tiempo contemplando en tranquila meditación la Gran Cara de Piedra, porque quería reconocer a esa gran persona cuando llegara. Fue Ernesto quien llegó a parecerse a la Cara de Piedra.

Escuché una vez acerca de un hombre que iba todos los días a un templo Budista y se sentaba en posición “lotus” contemplando la enorme estatua verde. Se decía que después de años de meditación, llegó a parecerse en verdad al Buda. Si esto es cierto, no lo se, pero sí se que el ocuparse reverentemente en el Hijo de Dios produce un parecido moral a Él.

El camino que conduce a la santidad sigue la ruta de la contemplación del Señor Jesús. No se puede pensar en Cristo y el pecado al mismo tiempo. En los momentos que pasamos meditando reverentemente en la maravilla de Su persona nos alejamos por completo del pecado. Nuestra meta entonces debe ser dedicar cada vez más tiempo a Su
contemplación.

Josue G Autor