“Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hechos 24:16).
En una sociedad como la nuestra, y con una naturaleza corrupta como la que poseemos, nos enfrentamos constantemente con problemas éticos que prueban la sinceridad de nuestro compromiso con los principios cristianos.
El estudiante, por ejemplo, está tentado a hacer trampa en sus exámenes. Si todos los diplomas ganados deshonestamente fueran devueltos, las escuelas y universidades apenas podrían contenerlos.
El contribuyente siempre está tentado a minimizar sus ingresos, exagerar sus gastos y ocultar alguna información pertinente.
La mordida es el nombre del juego en los negocios, la política y la ley. El soborno pervierte la justicia. Los sobornos (llamados “regalos”) van de mano en mano para conseguir favores. Las “comisiones” mantienen funcionando los negocios. Los arreglos financieros apaciguan a los inspectores locales que a menudo hacen demandas extremas y a veces ridículas.
Casi cada profesión está bajo diversas presiones que incitan a la deshonestidad. El médico cristiano es llamado para que firme declaraciones del seguro que son patentemente falsas. El abogado debe decidir si defenderá a un criminal que sabe que es culpable, o manejar un caso de divorcio donde ambas partes son cristianos. El vendedor de automóviles usados lucha en su interior si debe o no ajustar el odómetro para mostrar un kilometraje más bajo. El obrero enfrenta la decisión, al unirse a un sindicato, si se comprometerá a la violencia en el caso de una huelga. ¿Debe una azafata cristiana servir licor, o tiene otra opción de empleo? ¿Debe un atleta cristiano competir en domingo, que es el día del Señor? ¿Debe un dependiente cristiano vender cigarrillos que se sabe que producen cáncer?
¿Qué es peor para un arquitecto cristiano, diseñar un club nocturno o el edificio de una iglesia modernista liberal? ¿Debe una organización cristiana aceptar ofrendas de una cervecería o de un cristiano que está viviendo en pecado? ¿Debe un procurador aceptar cestas de navidad de sus clientes?
La mejor regla para decidir está en nuestro texto: “tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios, y ante los hombres”.