Es muy difícil olvidar nuestros pecados, incluso los pequeños, que parecen muy poco importantes. ¿Por qué es esto?
Para animarnos a que nos portemos bien, nuestros padres nos decían que Santa estaba mirando y tomando nota de lo que hacíamos para recompensarnos con juguetes o castigar nos sin ellos, en función de nuestro comportamiento.
Algunos padres decían a sus hijos lo mismo acerca de Dios, que Él estaba anotando en un libro lo que hacíamos y que algún día iba a abrirlo para leer cómo nos comportamos y castigarnos por nuestras malas acciones. Muchas personas consideran a Dios de esta manera. Ellos lo ven como un Dios que no los ama, sino que está buscando una excusa para castigarlos.
Si usted es una persona que cree en un Dios así, está equivocado. Comenzando por el primer pecado de Adán y Eva hasta ahora, Dios ha manifestado su deseo de reconciliación, ofreciendo el perdón para los hombres y mujeres.
Este es el mensaje central de la Biblia. El perdón es total y permanente. Así es como David lo expresó en el Salmo 1 03:1 2: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.
En realidad, somos nosotros los que no podemos olvidar nuestros pecados. Una persona se siente infeliz y fracasada cuando cede a las tentaciones. Si confiesa y se aleja de su pecado, puede sentirse aliviado. Si lo esconde o trata de olvidar, la culpa le seguirá afligiendo.
Esta es una confirmación de que el pecado no ha sido olvidado. Hay una estructura interna en nosotros mismos que no nos permite olvidar.
¿Cómo resolvemos este problema? ¿Nos condenamos a nosotros mismos para el resto de nuestra vida? ¿Hay alguna esperanza?
La respuesta se encuentra en el evangelio de Jesucristo. Él vino al mundo por esta razón.
Jesús sufrió por nuestros pecados. El inocente pagó la deuda por los culpables. Si nos arrepentimos y pedimos perdón a Dios, Él nos perdona y olvida.
Tal vez usted no es capaz de olvidar sus pecados, y sigue llevando esa carga. Pero si usted acepta el perdón que Dios le ofrece, Él le dará un perdón total y permanente.
Después de experimentar tal gracia, vamos a ser finalmente libres para respetar y amarnos a nosotros mismos, así como a los demás. “En quien (Cristo) tenemos redención por su sangre,el perdón de los pecados, conforme alas riquezas de la gracia de Dios”. (Efesios 1 : 7).
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