¿QUÉ DICE LA BIBLIA DE LA RELIGIÓN?

¿QUÉ DICE LA BIBLIA DE LA RELIGIÓN? El autor de un importante libro en defensa del Evangelio Cristiano titulado “Evidencia que exige un veredicto”, cuenta la siguiente historia de cuando era estudiante. Según él mismo, era un joven vanidoso, arrogante y agnóstico, pero con un sentido de inseguridad en el fondo de su ser, y un gran vacío en su alma. Cuenta cómo quedó intrigado por algunos estudiantes cristianos que estudiaban en la misma Universidad. Eran diferentes. Parecían tener una paz y un gozo interior que no dependían de las circunstancias cambiantes de cada día. Así que decidió tener algún contacto con ellos, y esto es lo que sucedió. “Allí estábamos, sentados alrededor de una mesa, yo, más seis estudiantes y dos profesores. Después de un rato de conversación se llegó a mencionar el nombre de Dios y comencé a sentirme bastante molesto. Así que fijando la mirada en una de las estudiantes, e inclinándome para atrás en mi silla para no dar la impresión que tenía demasiado interés en el tema, dije, con tono indiferente: ‘Dime, ¿por qué sois tan diferentes a los demás estudiantes y profesores? ¿Qué es lo que ha cambiado vuestras vidas?’ Esa chica era evidentemente una muchacha de mucha convicción. Me miró directamente a la cara y dijo una palabra que yo nunca hubiera pensado oír pronunciada en una Universidad como una respuesta válida y racional. Dijo: ‘Jesucristo’. Contesté, ‘Oh por Dios, no me vengas con esa basura. Estoy harto de religión, harto de la iglesia, y harto de la Biblia. No me vengas con esa basura de religión’. La joven me contestó como una flecha: ‘Señor yo no dije religión. Yo dije Jesucristo’”.

Josh McDowell no tardó mucho en encontrar la paz con Dios y una transformación de vida por medio de un encuentro personal con este Jesucristo a quien ahora sirve, especialmente entre estudiantes por todo el mundo, proclamando a Jesucristo como Señor y Salvador de todos los que doblan la rodilla ante él. Esta historia verídica nos sirve para hacer algunas observaciones claves que ayudarán a contestar la pregunta con que hemos comenzado. Es un hecho innegable, comentado por muchos, que la Religión, esa Religión que a continuación describiremos, ha sido a través de la historia una de las razones principales por la que multitudes han renunciado a Dios y las verdades de la Biblia. Han visto un vasto sistema político-religioso que ha crecido en torno al nombre de Cristo, y no les ha gustado nada lo que han visto: enorme poder, increíble riqueza, arrogancia, corrupción, y hasta sangre. Y por causa de esa Religión, muchos han llegado hasta blasfemar el nombre de Dios. Esa Religión, que pretende representar al único Dios verdadero pero que más bien le deshonra, creando un profundo cinismo y rechazo en el corazón de tantos, ha existido siempre, aunque con diferentes nombres. Existió en los tiempos de Jesús, y existe hoy dentro del mismo Cristianismo. Pero lo que es necesario notar es que:

• Sus características esenciales son siempre iguales, sea cual sea el nombre que lleve.

• Son características opuestas diametralmente al verdadero carácter de Dios y de su Evangelio.

• Jesucristo, el autor de la Fe Cristiana, se desmarcó de esa Religión, diciéndoles a la cara: “Vuestra casa os es dejada desierta… no me veréis más” (S. Mateo 23:38-39).

Las características principales de esa Religión, que provocaron tan drástica reacción por parte de Jesucristo, siguen caracterizándola en el día de hoy, son las siguientes:

1. Esa Religión siempre ha usado la Religión como una fuente de ganancia. Es decir, como un medio de enorme enriquecimiento material. Fue así en los tiempos de Jesucristo, y sigue siendo así hoy. Y el Señor manifestó su claro rechazo de esa Religión haciendo un azote de cuerdas y echando fuera del Templo a todos los que estaban haciendo negocio de las cosas de Dios, (S. Juan 2:13-22). Más tarde, viendo que seguían igual, se desmarcó totalmente de ellos con las solemnes palabras que hemos citado arriba, (Mateo 23:38-39).

2. Esa Religión siempre ha enseñado una serie de Tradiciones y Dogmas humanos como si fueran de igual valor con la misma Palabra de Dios, la Biblia. Fue así en los tiempos de Jesucristo, y sigue siendo así hoy. Y el Señor les llama “hipócritas”, diciéndoles que: “Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres… invalidando así el mandamiento de Dios” (S. Marcos 7:6-13). Y a sus discípulos les avisó que se “guardaran” de todo eso, (S. Marcos 8:15), y que se guiaran tan solamente por la Palabra de Dios, como él mismo hacía, (S. Juan 8:26 y 17:6 y 8).

3. Esa Religión siempre se ha conformado con un formulismo exterior de actos religiosos de todo tipo, algunos de ellos con mucha pompa y ceremonia, pero sin que los participantes hayan conocido nunca, de una forma real y personal, al Dios que dicen adorar, ni que hayan experimentado nunca una transformación de vida como consecuencia de tal conocimiento. Fue así en los tiempos de Jesucristo, y sigue siendo así hoy. Y el Señor, observándoles en medio de sus impresionantes actos religiosos, tuvo que decir: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran” (S. Mateo 15:8-9).

4. Esa Religión siempre ha enseñado que la única manera de agradar a Dios y ganar el cielo, es mediante una serie de obras y cumplimientos religiosos por medio de los cuales uno va acumulando méritos suficientes para que un día se le abran las puertas del Paraíso. Fue así en los tiempos de Jesucristo, y sigue siendo así hoy. Pero Jesucristo enseñó todo lo contrario, como queda más que claro en la parábola que contó del Fariseo y el Publicano, (S. Lucas 18:9- 14), y también por las palabras de su apóstol Pablo, quien dijo claramente que: “No es por obras”, (Efesios 2:8-9), sino por la sola fe en Jesús, quien por su muerte en la cruz hace posible que Dios pueda “Justificar” para siempre a los que son “de la fe de Jesús”, (Romanos 3:21-26). Pero hay más que decir. Existe, estimado lector, un cristianismo muy diferente a la Religión de los párrafos anteriores. Un cristianismo sencillo, bíblico y bello. Un cristianismo sin pretensiones de grandeza, poder o influencia en este mundo. Un cristianismo compuesto de personas cuyas vidas han sido transformadas como consecuencia de un encuentro personal con Dios por medio de Jesucristo. El cristianismo del cual la Biblia habla en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se nos dice quiénes fueron los primeros en la historia de ser llamados cristianos, y por qué. Eran personas quienes habiendo oído el Evangelio de Jesucristo tal y como los Apóstoles lo predicaron en aquellos primeros tiempos, lo creyeron de todo corazón. Creyeron que Jesucristo era el divino Hijo de Dios, venido desde el cielo en busca suya, y muerto en la cruz por sus pecados. Creyeron también que había resucitado para su justificación. Y arrepintiéndose de sus pecados, y confesando a Jesús como su Señor y Salvador, recibieron de Dios, juntamente con el perdón de sus pecados, un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Y la gente, viendo cómo reflejaban en sus vidas algo de la misma belleza de la vida de Cristo, les llamaron cristianos, (Hechos 11:26). Tal es el auténtico cristianismo de Cristo y de la Biblia. Y existe, como siempre ha existido, en las vidas de una minoría de personas que viven como su Divino Maestro vivió, sin ostentación religiosa o poder político, pero sí en el poder del glorioso Evangelio transformador de Dios. Una minoría llamada por el Señor mismo manada pequeña, y siempre despreciada por el gran sistema Religioso de los párrafos anteriores, (como también lo fue Jesucristo). Y hasta perseguida por esa Religión, a veces hasta la muerte, (como también lo fue Jesucristo). Pero una manada a la cual el Señor ha prometido dar su Reino cuando Él vuelva a este mundo en poder y gloria, diciendo: “No temáis manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino” (S. Lucas 12:32). Cuando el rey Agripa escuchó la defensa que Pablo hizo de este cristianismo auténtico dijo: “Por poco me persuades a ser cristiano”, a lo cual Pablo contestó que ojalá se persuadiera no un poco, sino completa-mente, (Hechos 26:27-28). Y al terminar este capítulo, te decimos lo mismo.

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