Reflexiones al pie de la cruz

Hace muchos años escuché un cántico que me impresionó
profundamente porque dibuja una estampa sublime
del monte Calvario un día después de la crucifixión. Dice
así:
El sol sus rayos de oro manda ya;
La sombra de la noche traspasó
y el día, al despuntar, tres cruces perfiló,
y de una, dicen que brotó el amor
La historia fue en el pueblo de Israel.
Historia que en el tiempo perduró.
Y hoy se puede hablar, sabiendo que la luz
vencía a las tinieblas en la Cruz.
Las gentes que vivieron el dolor
del Justo que moría en esa Cruz,
supieron que después venció y resucitó
abriendo así el camino del perdón.
Detente peregrino, ¿dónde vas?;
No pases por el mundo sin saber
que el hombre atado está, que nada puede hacer;
se salva por la gracia de la fe.
Al leerla, la confronto co n el autor popular de mi tierra
que entre otras cosas dice:
“Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras, para subir a la cruz. ¡Oh, no
eres tú mi cantar no puedo cantar, ni quiero a este Je-
sús del madero sino al que anduvo en la mar!”
A. Machado
Es triste ver a este pueblo que todas las primaveras
vuelve a tomar la escalera para subir a la cruz, y al no
encontrar nada allí, baja y espera la siguiente primavera.
Aquí me gustaría recordarte la última estrofa del
cántico:
Detente peregrino ¿dónde vas?…
Detente para pensar y meditar en lo que realmente
pasó en la cruz. Allí se manifestó el amor de Dios
hacia esta humanidad perdida. El Señor Jesús, siendo
Dios y estando con el Padre desde la eternidad, en un
determinado momento de la historia se hizo hombre.
Vino a este mundo, no para ser servido, sino para
servirnos a nosotros. ¡Lo hizo hasta el punto de dar su
vida en nuestro lugar en la cruz del Calvario!
“porque de tal manera amó Dios al mundo (y a ti)
que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”
Juan 3, 16
Muchas personas piensan que Él nos ha dado un excelente
ejemplo con su muerte, pero si leemos la Biblia
nos daremos cuenta que ha sido infinitamente
más que un ejemplo: El vino para pagar con su muerte
por todos nuestros pecados.
Desde que el pecado entró en el escenario de este
mundo, todos los hombres tenemos una cuenta pendiente
con Dios nuestro Creador.
… por cuanto todos pecaron y están destituidos de la
gloria de Dios… siendo justificados gratuitamente
por su gracia.” Rom. 3:23
Las Sagradas Escrituras nos dicen que la paga de
nuestros pecados es la muerte.
Rom 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte,
mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro.”
¡Qué veredicto tan aplastante! Por causa de nuestros
pecados nos merecemos la muerte, es decir la separación
de Dios para toda la eternidad. Dios por amor a
su inconmovible JUSTICIA no puede saltarse las reglas
de juego que el mismo impuso – pero su AMOR
le llevó a buscar la solución – la única SOLUCIÓN –
a este gran dilema:
Cristo – el justo, el único que no tenía pecado – pagó
con su muerte la deuda que teníamos delante de Dios
por causa de nuestros pecados. ¡Él único que no tenía
que morir por sus propios pecados decidió dar su vida
por los míos y los tuyos!
1Pe 3:18: “Porque también Cristo padeció una sola
vez por los pecados, el justo por los injustos, para
llevarnos a Dios…”
La obra que Cristo llevó a cabo en la cruz del Calvario
es perfecta. ¡No hay nada que podamos añadir a
ella! Sin embargo tenemos que saber que Cristo no
salva a nadie en contra de su voluntad. Dios nos hizo
seres libres – y esta libertad conlleva responsabilidad
Cada uno somos los responsables de nuestras decisiones.
Así también somos responsables de lo que hacemos
con el ofrecimiento del perdón que Dios nos
hace en Cristo Jesús. Podemos aceptarlo por medio de
la fe o podemos rechazarlo, quedándonos en nuestra
incredulidad (…¡y nuestro pecado!).
Cualquier momento del año es bueno para contemples
con fe aquella cruz vergonzosa. No apartes de ella tu
mirada hasta que sepas con toda seguridad que aquello
sucedió por amor a ti. Ve a Cristo por medio de
una sencilla y sincera oración. Confiésale tus pecados
y pídele que te los perdones, aceptándole en tu vida
como tu Señor y Salvador personal. Si lo haces puedes
saber hoy: que tus pecados han sido perdonados y
que tienes vida eterna. Recuerda que Jesús dijo: “Yo
soy el camino la verdad y la vida, nadie viene a Padre, sino por mi.” Juan 14: 6

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