“Que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad” (Deuteronomio 10:13).
Notemos las últimas cuatro palabras del versículo de hoy: “Para que tengas prosperidad”. Todos los mandamientos del Señor son para nuestro bien, pero muchos no se dan cuenta de esto. Consideran a Dios como un Juez severo que impone reglas y mandamientos que quitan la alegría de la vida. ¡Pero, no es así! Él quiere nuestro bienestar y placer, y diseña todas Sus leyes con ese fin.
Tomemos, por ejemplo, algunos de los Diez Mandamientos. ¿Por qué dice Dios que no debemos tener otros dioses? Porque Él sabe que los hombres se convierten como los objetos a los que adoran, y los falsos dioses conducen a la depravación.
¿Por qué dice Dios que no nos hagamos imágenes talladas? Porque la idolatría está vinculada estrechamente al demonísmo. “Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican” (1 Co. 10:20), y el propósito de los demonios es siempre destruir.
¿Por qué aparta Dios un día de entre siete para descansar? Porque Él creó al hombre y conoce que por su constitución requiere descansar de la labor. Algunos países que han tratado de hacer cumplir la semana de trabajo de siete días encontraron que la productividad se vino abajo y tuvieron que abandonar el experimento.
¿Por qué manda Dios que los hijos obedezcan a sus padres? Porque esto ahorra al niño una vida de temeridad y desorden y aun de la muerte prematura.
¿Por qué prohíbe Dios el adulterio? Porque sabe que destruye al hogar y la familia así como la felicidad de aquellos implicados.
¿Por qué prohíbe Dios el asesinato? Porque conduce a la culpa y al remordimiento, a la cárcel y en algunas ocasiones a la pena capital.
¿Por qué condena Dios la codicia? Porque el pecado comienza en la mente. Si le damos rienda suelta allí, a la larga cometeremos aquel acto. A menos que controlemos la fuente, no podremos controlar la corriente que emana de ella.
Y así sucede con los otros pecados, tomar el Nombre de Dios en vano, robar, dar falso testimonio, etc. No podemos quedar sin castigo. Infligen una pérdida a nuestro espíritu, alma y cuerpo. Todo pecado provoca reacciones secundarias que despojan al pecador de la paz, el gozo y el bienestar. Cosechamos lo que sembramos; el pecado se vuelve en contra nuestro.
Hace años alguien escribió un libro titulado “Las Leyes Bondadosas de Dios”. Son realmente bondadosas porque han sido planeadas para nuestro bien.