8 Octubre

“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros” (Santiago 4:11).

 

Aquí se nos presenta una práctica, condenada en toda la Escritura, la práctica de chismear, murmurar, criticar a los demás y hablar con palabras corrompidas. Todo esto y cualquier otro mal uso de la boca que se asemeja a ello está condenado.

Chismear significa revelar información o rumores acerca de otra persona con la idea de desprestigiarle. En otras palabras, la información que se da y la forma de darla es ruin y cruel. Por regla general esto va acompañado de secreto o confidencialidad; la persona que propaga el chisme no desea que revelen su nombre.

Dos mujeres de Brooklyn hablaban en cierta ocasión. Una de ellas decía: “Eloísa me dijo que tú le dijiste lo que dije de ella, y yo te dije que no se lo dijeras”. La otra replicó: “Qué indiscreta, le dije a Eloísa que no te dijera lo que le dije”. A lo que la primera respondió: “Bueno, le dije a Eloísa que no te diría lo que me dijo, así que no le digas que te lo dije”.

Son muy pocas las personas en el mundo que nunca dicen algo negativo de otra persona. Conozco a algunas de ellas y las admiro más allá de toda descripción. Uno me dijo en cierta ocasión que si no podía decir algo bueno de alguien, no decía nada. Otro señalaba que trataba siempre de ver algo en otros creyentes que le recordara al Señor Jesús. Una tercera persona comenzó a decirme algo negativo de un tercero, entonces se interrumpió a sí mismo a la mitad de la frase y dijo: “No, no sería edificante”. (Me he estado muriendo de curiosidad desde entonces).

Pablo había oído que había contiendas entre los corintios. Al confrontarlos con el hecho, el apóstol decía que le había sido informado por la familia de Cloé (1 Co. 1:11). Ciertamente la familia de Cloé no estaba chismeando. Estaban dando parte de la información pertinente para que el problema pudiera resolverse.

El apóstol escribió también algunas palabras fuertes contra Himeneo, Alejandro y Fileto (1 Ti. 1:20; 2 Ti. 2:17), porque estaban perjudicando la causa de Cristo. También puso en sobreaviso a Timoteo acerca de Figelo, Hermógenes y Demas (2 Ti. 1:15; 4:10), hombres que al parecer se volvieron atrás después de poner su mano en el arado. Pero aquí no había chisme. Era información importante para aquellos creyentes que estaban unidos en la lucha.

Había un conocido predicador quien, cuando alguien se le acercaba con un bocado jugoso de chisme, sacaba un cuaderno negro y le pedía al chismoso que lo escribiera y lo firmara para hacer llegar la información a la persona involucrada. Se dice que abrió el cuaderno cientos de veces, pero que nadie jamás hizo un apunte.

Josue G Autor