“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo… Porque cada uno llevará su propia carga” (Gálatas. 6:2, 5).
Una lectura superficial de estos dos versículos podría convencer fácilmente a una persona de que presentan una flagrante contradicción. El primero dice que unos debemos llevar las cargas de los otros, el segundo que cada uno debe llevar su propia carga.
La palabra traducida como “cargas” en el versículo 2 significa cualquier cosa que agobia espiritual, física y emocionalmente a una persona. En su contexto inmediato se refiere al peso de la culpa y el desaliento que llega a la vida de un hombre que ha sido sorprendido en una falta (v. 1). Ayudamos a tal hermano cuando echamos sobre su cuello un brazo amoroso y le reconquistamos a una vida de comunión con Dios y con Su pueblo. Pero las cargas también incluyen las penas, problemas, aflicciones y frustraciones de la vida que a todos nos llegan. Llevamos las cargas de los otros cuando consolamos, animamos, compartimos nuestras cosas materiales y damos consejo constructivo. Esto quiere decir que nos involucramos en los problemas de los demás, a pesar del alto coste personal que esto pueda representarnos. Cuando hacemos esto, cumplimos la ley de Cristo, que es amarnos los unos a los otros. Demostramos nuestro amor de una manera práctica gastando en los demás y siendo gastados por ellos.
En cambio, en el versículo 5 se utiliza una palabra diferente para “carga”. Aquí, ésta significa cualquier cosa que tiene que llevarse, sin que indique nada en cuanto a si la carga es ligera o pesada. Lo que Pablo dice aquí es que cada uno tendría que llevar su propia carga de responsabilidad en el Tribunal de Cristo. Entonces, no será cuestión de cómo nos comparamos con los demás. Seremos juzgados sobre la base de nuestros propios hechos y las recompensas serán distribuidas de acuerdo a esto.
La conexión entre los dos versículos parece ser ésta. Una persona que restaura al que ha sido sorprendido en una falta puede caer en la trampa de sentirse superior. Llevar las cargas del hermano caído puede hacerle creer que posee un nivel de espiritualidad más alto y así puede compararse favorablemente con el santo que peca. Pablo le recuerda que cuando esté ante el Señor, tendrá que dar cuenta de sí mismo, de su propia obra y carácter y no de la otra persona. Tendrá que llevar su propia carga de responsabilidad.
De modo que los dos versículos no se contradicen entre sí. Más bien se complementan en armonía estrecha.