1 Mayo

“Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14).

 

Dios contesta la oración. La contesta exactamente como nosotros lo haríamos si tuviéramos sabiduría, amor y poder infinitos. Algunas veces nos da lo que queremos, otras veces nos da algo mejor, pero siempre lo que necesitamos. A veces contesta nuestras oraciones rápidamente; en otras ocasiones nos enseña a esperar con paciencia.

Dios contesta la oración; a veces cuando los corazones son débiles,

Dios otorga los dones que sus hijos buscan.
Pero la fe por el descanso profundo se ha de ejercitar
Y confiar en el silencio de Dios cuando decide no hablar;
Pero Aquél cuyo nombre es amor siempre enviará lo mejor.
Las estrellas se apagarán y las montañas no perdurarán,
Pero Dios es fiel y aquéllos que sus promesas buscan las alcanzarán.

La oración tiene condiciones. Frecuentemente lo que parece ser un cheque en blanco (“si algo pidiereis”) tiene cláusulas agregadas (“en mi nombre”). Las promesas relacionadas con la oración individual deben considerarse a la luz de otras Escrituras sobre el tema.

La oración encierra misterios. No siempre nos edifica tratar de averiguar los “cómos” y los “porqués”. Es mejor orar y ver cómo Dios actúa que tratar de resolver los misterios que rodean a la oración. Me gusta lo que el sr. Temple decía: “Cuando oro, suceden coincidencias; cuando no oro, no suceden”.

Cuando oramos a Dios en el nombre del Señor Jesús, es como si Él mismo presentara nuestras peticiones al Padre. Esto es lo que da sentido y poder a nuestras oraciones. Por eso cuando oramos es cuando más nos acercamos a la omnipotencia. Por supuesto, nunca seremos omnipotentes, ni aun en la eternidad, pero cuando oramos en el Nombre del Señor Jesús, nos asimos del poder infinito.

La oración más poderosa es aquella que nace de una fuerte necesidad interior. Cuanto más dependemos del Señor, más eficaz es nuestra vida de oración.

Cuando oramos, suceden cosas que están más allá de las leyes del azar o la probabilidad. Nuestras vidas palpitan con poder sobrenatural porque el Espíritu Santo las potencia y cuando tocamos otras vidas, ocurre algo para Dios.

Debemos ser como aquel santo que decía: “Puedo medir mi influencia por el número de personas que necesitan de mis oraciones y el número de los que oran por mí”.

Josue G Autor