“Mi cuerpo que por vosotros es partido” (1 Corintios 11:24).
Amy Carmichael apunta en su lista cuatro cosas quebradas que figuran en la Biblia y los resultados conseguidos por ellas: Cántaros quebrados (Jue. 7:18,19), y la luz brilló. Un vaso de alabastro quebrado (Mr. 14:3), y el perfume se esparció. Pan partido (Mt. 14:19), y la multitud fue alimentada. Un Cuerpo partido (1 Co. 11:24), y el mundo fue redimido.
Es nuestro privilegio añadir un quinto a la lista: una voluntad quebrantada, y el resultado es una vida inundada de paz y realización.
Muchos que han acudido a la Cruz para salvación nunca han ido allí buscando el quebrantamiento de su voluntad. Pueden tener una disposición gentil y apacible, nunca haber hablado más alto que un susurro, tener una apariencia externa de espiritualidad y sin embargo, tener una voluntad de acero que les impide alcanzar en la vida lo mejor de Dios.
Algunas veces sucede con jóvenes que están enamorados y consideran la posibilidad del matrimonio. Los padres y amigos con juicio sabio y maduro que les conocen, pueden ver que nunca funcionará. Pero, la pareja testaruda rechaza cualquier consejo que no quiere oír. Las mismas voluntades intratables que les guían al altar matrimonial, les llevan poco más tarde ante el tribunal del divorcio.
Lo hemos visto con cristianos que están determinados a entrar en cierto negocio cuando claramente no tienen la experiencia ni el conocimiento necesario para conducirlo. Contra el consejo de asociados conocedores, malgastan su propio dinero y a menudo el dinero prestado de amorosos amigos. Sucede lo inevitable. El negocio fracasa y entran los acreedores para llevárselo todo.
No es extraño ver los efectos dañinos de una voluntad no quebrantada en el servicio cristiano. Lleva a un hombre y su familia al campo de misión sólo para repatriarlo en un año con gran coste para la iglesia que lo envió. Agota los fondos de los cristianos crédulos que financian un proyecto que fue idea del hombre, no de Dios, un proyecto que resulta ser contraproducente. Es una persona que se niega a trabajar cooperativamente con los demás generando contienda e infelicidad. Va a su aire.
Todos necesitamos ser quebrantados, tomar toda nuestra obstinación, toda nuestra terquedad y llevarlas al pie de la Cruz. Esa voluntad de acero debe ser puesta sobre el altar del sacrificio. Todos hemos de decir con Amy Carmichael:
Tú fuiste quebrantado, Señor, por mí,
Sea yo quebrantado, Señor, por amor a ti.