26 Agosto

“Y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros” (Salmo 90:17).


Al margen de la Biblia de las Américas se lee “…da permanencia a la obra de nuestras manos”. ¡Esta es una idea digna de considerarse y una súplica digna de oración! Nuestra ambición debe ser dedicar nuestra vida a hacer lo que perdura.

Esto encuentra eco en el Nuevo Testamento cuando el Señor Jesús dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn. 15:16).

F. W. Boreham decía que cada uno de nosotros debemos proveernos de alguna tarea honorable que podamos realizar mientras nuestro cuerpo yazca en la tumba. Bien debemos llevar esta idea más allá de la tumba y decir que cada uno de nosotros debe construir para la eternidad.

Mucho de la actividad moderna es de importancia pasajera y de fugaz valor. El otro día escuché de un hombre que había dedicado su vida al análisis químico de cincuenta químicos volátiles en la piel de una pera Bartlett. Aun los cristianos pueden caer en la trampa de construir castillos en la arena, de perseguir burbujas y de hacerse expertos en trivialidades. Alguien ha dicho que podemos ser culpables de gastar nuestras vidas enderezando cuadros en una casa que arde.

Hay muchos tipos de obra que son de importancia eterna, y en las que debemos concentrarnos. Primero está el desarrollo del carácter cristiano.
Nuestro carácter es una de las pocas cosas que llevaremos al cielo. Necesita cultivarse ahora.

Las almas ganadas para Cristo son de importancia duradera. Serán adoradores del Cordero de Dios para siempre.

Aquellos que enseñan la Palabra de verdad, que discipulan a jóvenes creyentes, que alimentan a las ovejas de Cristo están haciendo una inversión en vidas que perdurarán indefinidamente.

A los padres que educan a sus hijos e hijas para el servicio del Reino se les asegura que su obra permanecerá. Los fieles administradores que invierten su dinero para Cristo y Su causa están ocupados en un ministerio que no puede fracasar.

Aquellos que se consagran a sí mismos a la obra de la oración verán algún día cómo cada oración fue contestada en el tiempo y en el modo de Dios.

Cualquiera que sirve al pueblo de Dios está comprometido en una obra para la eternidad. El siervo más humilde de Cristo tiene una visión superior que los hombres más sabios del mundo. La obra de él perdurará mientras que la de ellos subirá en el hongo de una explosión atómica.

Josue G Autor