14 Abril

“El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:26-27).

 

¿Qué es la verdadera grandeza?

En el reino de este mundo, el hombre grande es aquel que ostenta riqueza y poder. Tiene un séquito de ayudantes y de asistentes siempre listos para acatar sus órdenes. A dondequiera que va recibe favores y un trato de preferencia. Cuando la gente se refiere a él lo hace con respeto y temor casi reverencial. Nunca se rebaja a hacer algo doméstico ya que siempre hay otros que lo hacen por él.

Pero en el reino de nuestro Señor, las cosas son totalmente diferentes. Aquí la grandeza se mide por la cantidad en la que uno sirve, y no por la medida en que se nos sirve. El hombre grande es aquel que se inclina para servir a los demás. No espera algún trato especial o que se le agradezca lo que hace, y considera que ningún servicio es demasiado bajo. Cuando uno de los hombres de George Washington le vio ejecutando un servicio doméstico, se opuso, diciendo: “General, usted es un hombre demasiado grande para hacer esto”, a lo que Washington contestó: “Oh, no, soy justamente la talla adecuada”.

Comentando sobre Lucas 17:7-10, Roy Hession nos recuerda: “hay cinco marcas del siervo: (1) Debe estar dispuesto a llevar sobre sí una cosa tras otra, sin recibir a cambio alguna consideración. (2) Al hacerlo así, debe estar dispuesto a que no se le agradezca. (3) Habiendo hecho todo esto, no debe acusar a su amo con egoísmo. (4) Debe confesar que es un siervo inútil, y (5) Debe admitir que al hacer y soportar lo que debe con mansedumbre y humildad, no ha hecho ni una pizca más que lo que estaba obligado a hacer”.

Cuando nuestro Señor dejó las alturas de la gloria para venir a hacerse un hombre, “tomó forma de siervo” (Fil. 2:7) y estuvo entre nosotros como el que sirve (Lc. 22:27). Éstas son Sus palabras: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28). Se ciñó con una toalla, que era el delantal de un esclavo, y lavó los pies a Sus discípulos (Jn. 13:1-17).

“El siervo no es mayor que su señor” (Jn. 13:16). Si Él se humilló tanto para servirnos, ¿por qué pensamos que servir a los demás está por debajo de nuestra dignidad?

Fuiste, Señor, humilde y manso,
¿Y quién es este abyecto,
Débil, pecador relapso
Para erguir su cabeza en alto?

Josue G Autor