6 Junio

“¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” (Jeremías 23:24b).

 

Cuando hablamos de la omnipresencia de Dios, queremos dar a entender que está presente en todas partes al mismo tiempo. Un puritano llamado John Arrow Smith contaba de un filósofo pagano que una vez preguntó: “¿Dónde está Dios?” a lo que el cristiano contestó: “Deja que te pregunte primero: ‘¿Dónde no está?’”

Un ateo escribió en una pared: “Dios no está”. Fue un niño y, quitando la palabra del medio, hizo que se leyese: “Dios está”.

Estamos en deuda con David por un pasaje admirable que escribió sobre la omnipresencia de Dios: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Sal. 139:7-10).

Cuando hablamos de la omnipresencia, hemos de tener cuidado de no confundirlo con el panteísmo. En resumen, el panteísmo enseña que todo es Dios. En alguna de sus formas los hombres adoran a los árboles, los ríos o las fuerzas de la naturaleza. El verdadero Dios controla el universo y lo llena, pero está separado de él y es más grande.

¿Qué influencia práctica tiene la verdad de la omnipresencia de Dios en la vida de Su pueblo?

En esto hay algo que nos recuerda con solemnidad que Dios es inevitable: no podemos escondernos de Él.

Hay un indecible consuelo al saber que Dios está siempre con los Suyos. Jamás nos desampara. Nunca estamos solos.

¡Pero también hay un desafío! Ya que Él siempre está con nosotros, debemos caminar en santidad y separarnos del mundo.

Prometió Su presencia de una manera especial cuando dos o tres se reunieran en Su Nombre: ¡Él está en medio! Esto debe inspirar una profunda reverencia y solemnidad en las reuniones de los santos.

Josue G Autor