“Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (Romanos 14:5).
La palabra “igual” debería suprimirse en este versículo; fue añadida por los traductores. Debería leerse: “otro juzga cada día”, esto es, ve cada día como sagrado.
Para los judíos que vivían bajo la ley, el sábado o séptimo día era especialmente sagrado. La ley prohibía trabajar en ese día y restringía también los viajes. Se requerían ofrendas adicionales.
A los cristianos que viven bajo la gracia no se les manda guardar el día de reposo. Para ellos todos los días son sagrados, aun cuando creen que hay un principio en la Palabra de un día de descanso por cada siete. No se les puede condenar por no guardar el sábado (Col. 2:16).
El primer día de la semana, esto es, el día del Señor, se destaca en el Nuevo Testamento por varias razones. Ese día el Señor Jesús resucitó (Jn. 20:1). Después de Su resurrección se encontró dos domingos sucesivos con sus discípulos (Jn. 20:19, 26). El Espíritu Santo fue dado en Pentecostés el primer día; Pentecostés sobrevino siete domingos después de la Fiesta de las Primicias (Lv. 23:15-16; Hch. 2:1), que simboliza la resurrección de Cristo (1 Co. 15:20, 23). Los discípulos se reunían para partir el pan el primer día de la semana (Hch. 20:7). Pablo dio instrucciones a los corintios para reunir una ofrenda especial el primer día de la semana (1 Co. 16:1,2). Sin embargo, este no es un día de obligación especial como el sábado, sino un día de privilegio especial. Ya que el domingo se nos descarga de la obligación de nuestro trabajo normal, podemos dedicarlo a la adoración y al servicio de nuestro Señor de una manera que no podemos dedicarlo los otros días.
En tanto que estamos en libertad para entender que todos los días son igualmente sagrados, no tenemos libertad de hacer nada en domingo que pudiera hacer tropezar a otros. Si trabajar en la casa, reparar el automóvil o jugar a fútbol haría tropezar a un hermano, entonces debemos renunciar a lo que podríamos considerar un derecho legítimo. Como dijo Pablo: “Ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano” (Ro. 14:13).
Los judíos bajo la ley tenían un día de descanso al final de una semana de trabajo. Los cristianos bajo la gracia comienzan su semana con un día de descanso, porque Cristo ha terminado la obra de la redención.
C. I. Scofield señalaba que el verdadero carácter del Día del Señor se ilustra por el modo en que nuestro Señor lo utilizaba: “Confortó a María en su llanto; caminó siete millas con dos discípulos perplejos, dándoles una lectura bíblica por el camino; envió mensajes a otros discípulos; tuvo una entrevista privada con el Pedro reincidente; e impartió el Espíritu Santo a los que estaban en el aposento alto”.