“…yo honraré a los que me honran…” (1 Samuel 2:30).
Una de las muchas maneras en las que podemos honrar al Señor es permaneciendo fieles a los principios divinos y rehusando firmemente comprometerlos.
Durante su juventud Adam Clarke trabajaba para un comerciante de sedas. Un día su jefe le mostró cómo debía estirar la seda cuando la midiera a un cliente. Adam le dijo: “Señor, su seda se podrá pero mi conciencia no”. Años más tarde Dios honró a este honesto empleado capacitándole para escribir el comentario bíblico que lleva su nombre.
Eric Liddell estaba entrenado para correr en la competición de los 100 metros en los Juegos Olímpicos. Pero cuando se enteró de que las eliminatorias para este evento estaban programadas para un domingo, dijo al entrenador que no correría. Sintió que al deshonrar el Día del Señor, deshonraba al Señor mismo. Una gran tormenta de críticas irrumpió. Fue acusado de ser un aguafiestas, de dejar mal a su país y de ser un fanático religioso. Pero no retrocedió en su decisión.
Cuando se enteró de que las eliminatorias para los 200 metros estaban programadas para un día entre semana, pidió permiso a su entrenador para correr, aún cuando ésta no era su distancia. Ganó la primera eliminatoria, la segunda y luego las semifinales. El día de la final mientras caminaba hacia el lugar de partida, alguien puso un pequeño pedazo de papel en su mano. Le echó un vistazo y vio las palabras: “…yo honraré a los que me honran”. Ese día no sólo ganó la carrera sino que estableció un nuevo récord mundial.
El Señor le dio el honor aún más grande de servirle como uno de Sus embajadores en el lejano oriente. Durante la Segunda Guerra Mundial fue hecho prisionero por los japoneses y murió en un campo de concentración, ganando así la corona del martirio.
Adam Clarke y Eric Liddell, siguieron en la ilustre línea de hombres como José, que honró a Dios con su carácter auténtico y fue honrado por Dios haciendo de él el salvador de su pueblo en un tiempo de hambre. Hombres como Moisés, cuya lealtad a su Dios fue honrada permitiéndole guiar a la nación de Israel fuera de la esclavitud de Egipto. Hombres como Daniel, cuyo rechazo a comprometerse le llevó a un lugar de distinción en el Reino Persa. Y el mayor de todos: el Señor Jesús, que honró a Su Padre como nadie más lo ha hecho, y le fue dado el Nombre que es sobre todo nombre.