2 Diciembre

“…y hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19).

 

Cantar en este versículo va ligado al hecho de estar llenos del Espíritu, como si el canto fuera uno de los resultados seguros de estar llenos. Probablemente se deba a esto que casi todos los grandes avivamientos de la historia hayan ido acompañados por el canto. El avivamiento galés era un ejemplo notable.

Nadie tiene tanto porqué cantar como los cristianos, y nadie tiene una herencia tan rica en salmos, himnos y cantos espirituales. Nuestros himnos expresan con lenguaje majestuoso lo que tan a menudo sentimos pero no podemos expresar. Algunos himnos manifiestan ideas que pueden estar más allá de nuestra propia experiencia, himnos de compromiso completo tales como: “Todo a Cristo yo me rindo”. En casos como éste podemos cantarlos como la aspiración de nuestros corazones.

Cuando cantamos espiritualmente, lo que cuenta no es el ritmo, la melodía o la armonía. Lo importante es que el mensaje salga del corazón y ascienda hasta Dios en el poder del Espíritu Santo. Mary Bowley expresó bien esta verdad en las siguientes líneas:

Señor, sabemos que no importará
Cuán dulce pueda ser la canción;
Si el Espíritu enseña al corazón
De él melodía para Ti saldrá.

El Espíritu de Dios puede usar el canto así como utiliza la predicación de la Palabra. La madre de Grattan Guinness escuchó a un granjero que cantaba mientras cultivaba su campo y decidió no suicidarse ahogándose en el río. El Dr. Guinness decía más tarde: “Todo lo que soy para Dios, lo debo a un humilde campesino cristiano que cantaba alabanzas al Señor mientras hacía su tarea”.

Aquellos que se ocupan en el ministerio de la música cristiana tienen que guardarse de dos peligros. Uno, es el peligro que el yo crezca. Como sucede con otras formas del ministerio público, es fácil embarcarse en un gigante viaje del ego. Siempre está latente la tentación de tratar de impresionar a la gente con el propio talento en vez de cantar para la gloria de Dios y la bendición de Su pueblo.

El otro peligro es el de entretener en vez de edificar. Es del todo posible cantar las letras con gran habilidad musical y sin embargo no hacer llegar el mensaje a los corazones de los oyentes. También es posible entusiasmar emocionalmente a la gente con cantos que son insustanciales, frívolos y totalmente indignos del Señor al que amamos.

Las diversas culturas tienen diferentes gustos musicales, pero en todas las culturas los cantos deben ser doctrinalmente sanos, uniformemente reverentes y espiritualmente edificantes.

Josue G Autor