12 Abril

“Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” (Lucas 16:11).

 

Las riquezas injustas a las que se refiere nuestro texto son riquezas terrenales o tesoros materiales. Una de las ilusiones más comunes de la mente humana es la que supone que el hombre rico es aquel que tiene muchas posesiones materiales. Nos referimos a las casas y a la tierra llamándoles bienes raíces porque pensamos que son bienes verdaderos. Asimismo calificamos a las acciones y los bonos como valores o títulos porque pensamos que proveen seguridad.

Pero en Lucas 16:11 el Señor distingue entre las riquezas injustas y las riquezas verdaderas. Las cosas que los hombres creen que son riquezas no lo son en realidad.

Juan era un cristiano piadoso que servía como capataz en la finca de un hombre aristócrata. Una noche Juan tuvo un sueño en el que se le decía que el hombre más rico del valle moriría antes de la medianoche del día siguiente. Cuando llegó la mañana Juan vio a su patrón y le relató el sueño. Al principio el millonario fingió estar completamente despreocupado. Nunca se había sentido mejor que entonces. Además, no creía en los sueños.

Pero tan pronto como Juan salió, llamó a su chofer para que le llevara al consultorio del médico. Le pidió que le hiciera un reconocimiento general. Como era de esperarse, las pruebas revelaron que estaba en espléndida condición. Sin embargo, todavía estaba preocupado por el sueño de Juan, de modo que al dejar el consultorio, dijo, “A propósito, doctor, ¿podría usted venir a cenar a mi casa esta noche?” El doctor aceptó ir.

La cena transcurrió rutinariamente y hablaron sobre un buen número de temas. Algunas veces el médico intentó marcharse, pero el anfitrión insistía y le retenía por un poco más de tiempo.

Finalmente, cuando las manecillas del reloj señalaron la medianoche, el rico descreído, grandemente aliviado, dio al médico las buenas noches.

Poco después, el timbre sonó. Cuando el caballero abrió la puerta, se encontró con la hija del viejo Juan, que vino llorando y le dijo: “Mamá me mandó a decirle que papá murió a medianoche…pensó que usted tendría que saberlo”.

La desconsolada muchacha se fue, y él cerró la puerta lentamente, permaneciendo de nuevo sobre la alfombra. El clamor brotó de su corazón: “Oh Dios, qué necio he sido. Fue el bueno y piadoso Juan, rico en fe, en amor y en paz a quien ibas a llamar. Él era el hombre más rico del valle”.

Josue G Autor