“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Llegamos al final de otro año, y todavía el paciente Salvador está a la puerta del hombre, buscando entrar. Ha estado afuera ya por largo tiempo. Cualquier otro se habría dado por vencido hace tiempo y habría dado media vuelta. Pero no así con el Salvador, Él es sufrido y no quiere que nadie perezca. Aguarda con la esperanza de que un día la puerta se abra y Él sea bienvenido en el interior.
Es sorprendente que muchos no respondan de inmediato al llamado del Señor Jesús. Si fuera un vecino el que llamara, la puerta se abriría rápidamente. Si se tratara de un vendedor, alguien al menos tendría la cortesía de abrir la puerta y decirle: “¡No queremos nada!” Ciertamente si fuera el rey, presidente o aun el alcalde, los miembros de la familia lucharían entre sí por el privilegio de darle la bienvenida. Es extraño, entonces, que cuando el Creador, Sustentador y Redentor está en la puerta, se le trate fría y silenciosamente.
El rechazo del hombre es tanto más irracional cuando comprendemos que el Señor Jesús no viene para robar sino para dar, y para dar vida abundante.
Una noche, un radioyente llamó a un predicador que daba mensajes en la emisora, diciéndole que deseaba hacerle una visita. El predicador probó toda clase de excusa para disuadirle de venir, pero finalmente cedió. Como resultado, el visitante llegó con un enorme regalo de dinero para ayudar con los gastos de la radio. Después que se hubo marchado, el predicador dijo: “Estoy contento de haberle dejado entrar”.
Joe Blinco acostumbraba describir una escena, en la que se mantenía una animada conversación en la estancia de una casa. Repentinamente llamaron a la puerta principal. Un miembro de la familia dijo: “Hay alguien en la puerta”.
Otro se levantó un salto, fue a la puerta y abrió. Entonces otro preguntó: “¿Quién es?” Desde la puerta vino la respuesta. Finalmente el padre de familia ordenó en voz alta: “Dejadle entrar”.
Este es el evangelio en resumen. ¡Escucha! Hay Alguien en la puerta. ¿Quién es? Es el Señor de la vida y la gloria, Aquel que murió como Sustituto por nosotros y resucitó al tercer día, Aquel que ahora está entronizado en la gloria y viene pronto a recoger a Su pueblo para que viva con Él eternamente. ¡Díle que entre!