15 Diciembre

“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmo 126:5-6).

 

En el Salmo 126 los hijos de Israel rememoran el tiempo de su regreso a la tierra después de su cautividad en Babilonia. Era como si estuvieran en un mundo de sueño, lleno de risas y cantos. Aun sus vecinos paganos comentaban las grandes cosas que el Señor había hecho por Su pueblo.

Ahora que estaban de regreso en su propia tierra, debían comenzar a sembrar el campo. Pero esto les planteaba un problema pues habían traído con ellos solamente una cantidad limitada de granos. Podían usarlos como comida, después de todo, no había cosechas en el campo que recoger o bien podían usarlos como semilla, sembrándola, con la esperanza de una cosecha abundante en los días futuros. Si decidían usar la mayor parte del grano como semilla, significaba que tendrían que vivir frugalmente y con sacrificio hasta el tiempo de la cosecha. Decidieron esta última alternativa.

Mientras el sembrador caminaba por sus campos, hundía sus manos en la semilla y la esparcía en la tierra de surcos abiertos, derramaba lágrimas ante la idea de las privaciones que él y su familia tendrían que padecer hasta el tiempo de la cosecha.

Pero más tarde, cuando los campos rebosaran con grano dorado, sus lágrimas se tornarían en gozo a medida que llevaba al granero las gavillas maduras. Todos los sacrificios de su familia habrían sido ricamente recompensados.

Podemos pensar en esto en relación a la manera en que administramos las cosas materiales. El Señor nos ha confiado a cada uno una cantidad limitada de dinero. Podemos gastarla en nuestro propio beneficio y comprando todo aquello que nuestros corazones desean, o podemos vivir sacrificadamente invirtiendo en la obra del Señor, en la obra pionera en nuestro país, el campo misionero, literatura cristiana, los ministerios de nuestra iglesia local, y en muchas otras formas de actividad evangelística. En ese caso esto significaría escoger un nivel de vida modesto, de modo que todo lo demás que no es esencial para la vida diaria es para la obra del Señor. Significa vivir con un presupuesto restringido para que las almas no perezcan por la falta del evangelio.

Pero cualquiera de estos sacrificios no serán dignos de mención cuando llegue el tiempo de la cosecha, cuando veamos a hombres y mujeres en el cielo como resultado de nuestra vida sacrificada. Una persona salva del infierno se convierte en un adorador del Cordero de Dios por toda la eternidad, y esto merece cualquier sacrificio que podamos hacer ahora.

Josue G Autor