“Bien has hecho en tener tal deseo” (1 Reyes 8:18).
Uno de los grandes deseos del corazón de David fue edificar un Templo para Jehová en Jerusalén. El Señor le envió palabra indicándole que no sería él quien lo construiría porque era hombre de guerra, pero añadió estas palabras significativas: “Bien has hecho en tener tal deseo”. De esto aprendemos que Dios toma en cuenta nuestro deseo de hacer algo para Él aun cuando no podamos llevarlo a cabo.
Esto no se aplica a aquellas situaciones en las que el fracaso para realizar algo para Dios se debe a nuestra negligencia. En este caso no basta con el deseo. Como dice un refrán popular en inglés: “el camino al infierno está hecho con buenas intenciones”.
Pero hay muchas ocasiones en la vida cristiana cuando el deseo de hacer algo para agradar al Señor está presente pero circunstancias más allá de nuestro control nos lo impiden. Por ejemplo, un joven convertido desea bautizarse pero sus padres no creyentes se lo prohíben. En tal caso Dios lo considera como bautizado hasta que deja su casa y está en condiciones de obedecer al Señor sin insubordinarse a sus padres.
Una esposa cristiana desea asistir a todas las reuniones de la asamblea local pero su marido alcohólico insiste en que debe permanecer en casa. El Señor recompensa tanto la sujeción a su marido como el deseo de reunirse con los creyentes en Su Nombre.
Una hermana ya entrada en años lloraba mientras observaba a los demás que servían los alimentos en una conferencia bíblica. Por muchos años hacer esto había sido su gran motivo de gozo, pero ahora estaba físicamente incapacitada. En lo que a Dios se refiere, ella recibirá una rica recompensa por sus lágrimas así como los otros la tendrán por sus labores.
¿Quién sabe cuántos hay que voluntariamente se ofrecen para servir en los campos de misión, y sin embargo nunca pueden ir más allá de su propia ciudad? Dios lo sabe, y todas esas aspiraciones piadosas serán recompensadas en el Tribunal de Cristo.
Este principio se aplica también en la cuestión de dar. Hay quienes invierten con mucho sacrificio en la obra del Señor y que desearían dar aún más. En aquel día, el libro divino mostrará que dieron más.
A los enfermos y minusválidos, a los recluidos y a los ancianos no les será quitado este primer lugar de honor, porque: “en Su misericordia Dios nos juzgará no sólo por nuestros logros, sino también por nuestros sueños”.