“Yo conozco… tu tribulación y tu pobreza” (Apocalipsis 2:9).
Siete veces en las cartas a las iglesias de Asia, el Señor Jesús dice: “Yo conozco”, y por lo general estas palabras se usan en un sentido favorable. “Yo conozco tus obras… tu trabajo… tu paciencia… tu tribulación… tu pobreza… tu amor… y fe”. En las palabras “Yo conozco”, hay un tremendo consuelo, compasión y estímulo para el pueblo de Dios.
Lehman Strauss señala que cuando Jesús dijo: “Yo conozco,” “no usó la palabra griega ginoske, que frecuentemente significa conocer en el sentido de darse cuenta a través de un progreso gradual en el conocimiento. En cambio, usó la palabra oída que sugiere plenitud de conocimiento: saber perfectamente, no tan sólo por la observación sino por la experiencia. Aunque los santos que sufren son desconocidos para el mundo y odiados por él, son conocidos por el Señor y amados por Él. Cristo conoce la persecución y pobreza de los Suyos; conoce cómo les considera el mundo. Muchos santos cansados y probados han sido fortalecidos y estimulados por esas palabras: “Yo conozco”. Éstas, pronunciadas por nuestro Salvador, tocan nuestros problemas con la sonrisa de Dios y hacen que este sufrimiento del mundo, no sea comparable con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros (Ro. 8:18)”.
Son palabras de compasión. Nuestro Gran Sumo Sacerdote conoce lo que estamos pasando, porque Él también ha padecido lo mismo. Él es el Varón de dolores, experimentado en quebranto. Él mismo fue tentado mediante el sufrimiento.
También son palabras de participación. Siendo la Cabeza del cuerpo, comparte las aflicciones y persecuciones de Sus miembros. “El Varón de dolores tiene parte en cada punzada que desgarra el corazón”. No solamente conoce nuestros problemas intelectualmente; los conoce como un asunto de experiencia presente. Los siente.
Son palabras de ayuda prometida. Como nuestro Paracleto, va a nuestro lado llevando nuestras cargas y enjugando nuestras lágrimas. Venda nuestras llagas y hace retroceder a nuestros enemigos.
Finalmente, son palabras de recompensas seguras. Conoce todo lo que hacemos y sufrimos a causa de nuestra identificación con Él. Lleva un registro cuidadoso de cada acto de amor, obediencia y paciencia. Un día no muy lejano nos recompensará abundantemente.
Si estás pasando por un valle de penas o sufrimiento, escucha al Salvador que te dice: “Yo conozco”. No estás solo. Él está contigo en el valle y te llevará a salvo hasta llegar a tu ansiado destino.