20 Julio

“El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo” (Proverbios 18:24).

 

Aun cuando todas las versiones modernas traducen este versículo de modo diferente, las versión más viejas y fieles conservan escrupulosamente la valiosa verdad que la amistad debe cultivarse. Florece cuando la atendemos y muere cuando la descuidamos.

Un editorial en la revista Decisión decía: “Las amistades no surgen simplemente; hay que cultivarlas, es decir, trabajarlas. No se basan en tomar sino en dar. No son sólo para los buenos tiempos sino también para los malos. No ocultamos nuestras necesidades a un verdadero amigo. Tampoco nos apegamos a un amigo sólo para recibir su ayuda”.

Vale la pena conservar a un buen amigo. Está a tu lado cuando te acusan falsamente. Te elogia por todo lo que es digno de alabanza y es franco para señalar áreas que necesitan mejora. Se mantiene en contacto a través de los años, compartiendo tus tristezas y alegrías.

Mantenerse en contacto es importante. Por ejemplo, por medio de cartas, tarjetas postales, llamadas telefónicas y visitas. Pero la amistad es una calle de dos sentidos. Si dejo de escribir o de contestar cartas, estaré diciendo que no considero la amistad tan valiosa como para que siga. Estoy demasiado ocupado, no deseo que me molesten o detesto escribir cartas. Pocas amistades pueden sobrevivir el abandono continuado.

Nuestra renuncia a comunicarnos es a menudo una forma de egoísmo. Pensamos en nosotros mismos, en el tiempo, el esfuerzo y el coste implicados. La verdadera amistad piensa en los demás, cómo podemos animar, consolar, alegrar y ayudar; cómo podemos ministrar alimento espiritual.

¡Cuánto debemos a los amigos que se nos acercan con una palabra del Espíritu cuando ésta más se necesita! Hubo un tiempo en mi vida cuando me sentía muy desanimado por una profunda decepción en el servicio cristiano. Un amigo que no sabía de mi desilusión me escribió una animada carta en la que citaba Isaías 49:4, “Pero yo dije: por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas; pero mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios”. Era justamente la palabra que necesitaba para levantarme y ponerme a trabajar de nuevo.

Charles Kingsley escribió: “¿Podemos olvidar a un amigo, / podemos olvidar un rostro, / que nos alegró hasta el fin, / que nos animó en nuestra carrera? / ¡Con las almas divinas, qué profunda es nuestra deuda! / Aunque pudiéramos, no las olvidaríamos”.

La mayoría de nosotros tenemos solamente unos cuantos amigos cercanos en la vida. Siendo esto así, con toda firmeza debemos mantener esas amistades fuertes y saludables.

Josue G Autor