“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina” (1 Timoteo 4:16).
Una de las muchas características notables de la Palabra de Dios es que nunca aisla la doctrina del deber. Tomemos como ejemplo Filipenses 2:1-13, que es uno de los pasajes clásicos del Nuevo Testamento sobre la doctrina de Cristo. Aprendemos de Su igualdad con Dios el Padre, de cómo se despojó, Su encarnación, Su carácter de siervo, Su muerte y subsecuente glorificación. Pero esto se presenta, no como un tratado doctrinal, sino como una apelación a los filipenses y a nosotros para tener la mente de Cristo. Si vivimos para los demás como Él, esto eliminará contiendas y vanagloria. Si tomamos el lugar más bajo como Él, Dios nos exaltará a su debido tiempo. El pasaje es intensamente práctico.
A menudo pienso en esto cuando leo libros de teología sistemática. En éstos los autores buscan reunir todo lo que la Biblia enseña sobre las doctrinas de la fe, sea que se trate de Dios, de Cristo, el Espíritu Santo, los ángeles, el hombre, el pecado, la redención, etc., aunque todo esto tiene su valor, es muy frío cuando está aislado de la piedad en la vida cotidiana. Una persona puede ser experta intelectualmente en las grandes doctrinas y sin embargo, tristemente deficiente en cuanto a su carácter cristiano. Si estudiamos la Biblia tal como Dios nos la ha dado, nunca nos encontraremos en una dicotomía entre doctrina y práctica. Ambas están siempre hermosamente equilibradas y entretejidas.
Quizás el tema doctrinal que más se ha separado de nuestra responsabilidad personal es la profecía. Muy a menudo ésta ha sido presentada de tal manera para llamar la atención. Las especulaciones sensacionales tocante a la identidad del Anticristo atraen a multitudes pero no desarrollan la santidad. La profecía jamás fue dada para agradar a oídos con comezón, sino más bien para formar el carácter cristiano. George Peters hace una lista de sesenta y cinco maneras en las que se calcula que la Segunda Venida afecta a nuestra doctrina, obligación y carácter; y no dudo que hay muchas más.
La lección para nosotros es que nunca debemos separar la teología de la piedad práctica. En nuestro propio estudio personal y cuando enseñamos la Palabra a los demás, debemos enfatizar la exhortación de Pablo a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina…”