“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13).
Es un mal negocio cambiar una fuente por cisternas y especialmente por cisternas rotas. Una fuente es un manantial de agua fresca, pura y refrescante que sale a borbotones de la tierra. Una cisterna es un depósito artificial para almacenar agua. El agua así contenida puede estancarse y viciarse. Cuando la cisterna se rompe, el agua se fuga y la contaminación se filtra.
El Señor es una Fuente de aguas vivas. Su pueblo puede encontrar satisfacción perdurable en Él. El mundo es una cisterna; una cisterna rota. Ofrece la esperanza de placer y felicidad, pero aquellos que buscan satisfacción en él son defraudados inevitablemente.
María fue educada en una familia cristiana donde la Palabra de Dios se leía y memorizaba. Pero se rebeló contra el estilo de vida de sus padres y abandonó el hogar, determinada a darse la gran vida. El baile vino a ser la pasión de su vida. Tratando de reprimir todo recuerdo de su trasfondo cristiano, su vida discurría entre un baile y otro.
Una noche, mientras se deslizaba por la pista de baile, fue detenida por un versículo de la Escritura que había aprendido cuando era niña: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”. A la mitad del baile fue convencida de su pecado. Reconociendo el vacío de su vida, se volvió al Señor y se convirtió. Se excusó por no seguir bailando, dejó el salón y nunca volvió.
Desde aquel momento podía identificarse con el poeta que escribió: “Señor, he probado las cisternas rotas, / Pero en ellas ¡las aguas escasearon! / Cuando fui a beber huyeron, / Y de mis quejas se burlaron. / Nadie, sino sólo Cristo satisface, / No hay otro nombre para mí; / Amor, vida y gozo perdurable, / Señor Jesús, encuentro en Ti”.
María experimentó la verdad de las palabras del Salvador: “Cualquiera que bebe de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:13,14).