5 Septiembre

“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:10-12).


En el mundo estaba. Fue una gracia increíble que el Señor de la vida y de la gloria hubiera venido a vivir en este minúsculo planeta. No sería de interés periodístico que de alguien se dijera: “Estaba en el mundo”. Eso es algo sobre lo que el hombre no tiene control. Pero para Él, fue una elección deliberada, un acto de compasión maravillosa.

Y el mundo por Él fue hecho. ¡La maravilla aumenta! Aquel que estaba en el mundo es el que hizo al mundo. El que llena el universo se redujo a sí mismo al cuerpo de un bebé, un joven, un hombre, y en ese cuerpo habitó toda la plenitud de la Deidad.

Pero el mundo no le conoció. Este fue un caso de ignorancia inexcusable. Las criaturas debieron reconocer a su Creador. Los pecadores debieron haber sido sacudidos por Su ausencia de pecado. Debieron conocer por Sus palabras y Sus obras que en Él había más que un simple hombre.

A lo suyo vino. Todo lo que estaba en el mundo le pertenecía. Como Creador, tenía derechos innegables a todo lo creado y pese a eso no traspasó la propiedad de nadie.

Y los suyos no le recibieron. He aquí la ofensa máxima. El pueblo judío le rechazó. Jesús tenía todas las credenciales del Mesías, pero no quisieron que los gobernara.

Mas a todos los que le recibieron. Esta es una invitación ilimitada. Ha sido extendida a judíos y gentiles igualmente. La única condición es que deben recibirle.

A los que creen en su nombre. Los términos no pueden ser más sencillos. La autoridad para llegar a ser hijos de Dios se concede a todos aquellos que, por un acto definido de fe, reciben a Jesucristo como Señor y Salvador.

Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. ¡Qué favor tan inmerecido, que los pecadores rebeldes vengan a ser hijos de Dios a través de un milagro de amor y gracia!

Aquí tenemos noticias buenas y noticias malas. Primero las malas: “el mundo no le conoció” y “los suyos no le recibieron”. Luego las buenas: “mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Si no le has recibido todavía, ¿por qué no creer hoy en Su Nombre?

Josue G Autor