16 Septiembre

“Corrige a tu hijo mientras hay esperanza; pero no desee tu alma causarle la muerte” (Proverbios 19:18 BAS).

 

Vivimos en una sociedad tolerante. Especialmente en el área de la educación de los hijos, la gente escucha el consejo de los psicólogos y sociólogos en vez de oír las enseñanzas de la Palabra de Dios. Muchos adultos que fueron criados por padres que se atrevieron a disciplinarles deciden que sus hijos vivan y se expresen libremente. ¿Cuáles son los resultados?

Tales hijos crecen con un profundo sentido de inseguridad y más tarde se convierten en inadaptados sociales. Encuentran difícil enfrentarse con los problemas y las dificultades de la vida, y buscan alivio en las drogas y el alcohol. Unos pocos años de disciplina les hubiera hecho mucho más fácil el resto de su vida.

No es de extrañarse que sean indisciplinados. Su apariencia personal, sus habitaciones y hábitos personales dejan al descubierto su descuido y modo de pensar desordenado.

Se sienten satisfechos con la mediocridad o con menos. Carecen de impulso e iniciativa para moverse con desempeño y disciplina en el trabajo, la música, el arte, los negocios y otras áreas de la vida.

Estos hijos luego se alejarán de sus padres, los cuales suponían que al no castigarles, ganaban su amor eterno. Mas bien lo que han conseguido ha sido el odio y desprecio de sus hijos.

La rebelión contra la autoridad de los padres se extiende a otras áreas de la vida, la escuela, el empleo y el gobierno. Si los padres hubieran quebrantado sus voluntades al comienzo de su vida, los hijos habrían podido someterse más fácilmente en las áreas normales de la vida.

La rebelión se extiende a las normas morales expuesta en las Escrituras. Los jóvenes rebeldes se ríen de los mandamientos que hablan de la pureza y se abandonan a una vida temeraria y sin restricciones. Manifiestan una aversión profunda por todo lo bueno, y amor por lo anormal, obsceno y aborrecible.

Finalmente, los padres que fracasan en quebrantar la voluntad de un hijo por medio de la disciplina, dificultan la salvación de ese hijo. La conversión implica el quebrantamiento de la voluntad en su rebelión contra el gobierno de Dios. Susana Wesley, la madre de Juan y Carlos Wesley, decía: “El padre que estudia cómo quebrantar la voluntad de su hijo colabora junto con Dios en la renovación y salvación de una alma. Los padres indulgentes realizan la obra del Diablo, hacen que la religión sea impráctica, la salvación inalcanzable y que todo lo que está en él se eche a perder, su cuerpo y alma, para siempre”.

Josue G Autor