15 Octubre

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).

 

Ésta ha sido denominada la oportunidad perdida. Significa que el pueblo que se ve favorecido con una visita maravillosa, una oportunidad gloriosa, pero la deja pasar sin más.

Esto es lo que le sucedió a Jerusalén. El Hijo de Dios encarnado caminó por sus calles polvorientas. Sus edificios teñidos de ocre vieron pasar con desprecio al Creador y Sustentador del universo. El pueblo escuchó Sus inigualables palabras y le vió hacer milagros que ningún otro hombre había hecho jamás. Pero no le apreciaron ni le recibieron.

Las cosas les hubieran ido mucho mejor si hubieran obrado de otro modo. Las condiciones hubiesen sido como las que se describen en el Salmo 81:13-16, “¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo, si en mis caminos hubiera andado Israel! En un momento habría yo derribado a sus enemigos, y vuelto mi mano contra sus adversarios. Los que aborrecen a Jehová se le habrían sometido, y el tiempo de ellos sería para siempre. Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría”.

Isaías describe también lo que pudo haber sido. “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar. Fuera como la arena tu descendencia, y los renuevos de tus entrañas como los granos de arena; nunca su nombre sería cortado, ni raído de mi presencia” (Is. 48:18-19).

Bret Harte escribió: “De todas las palabras habladas o escritas, las más tristes son: “Pudo haber sido”.

Pensemos en aquellos que han rechazado la llamada del Evangelio. Jesús de Nazaret pasó entre ellos mas no le hicieron caso. Ahora viven vidas vacías y se enfrentan a una eternidad de perdición. Pensemos también en aquellos creyentes que oyeron el llamado de Cristo para alguna esfera específica de servicio, pero no respondieron. No tienen idea de las bendiciones presentes y de las eternas recompensas que se han perdido.

Es cierto que en algunas ocasiones la oportunidad sólo llama a la puerta una vez. Aunque está cargada de tesoros escogidos, al momento puede parecernos que entra en conflicto con planes personales o implicar un sacrificio personal. Realmente representa lo mejor de Dios para nosotros, pero dejamos ir la oportunidad por nuestras propias razones. Rehusamos Su mejor, aceptando algo menos, y Él no deja de decir: “Yo quise y tú no quisiste”.

Josue G Autor