22 Octubre

“Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés” (Deuteronomio 34:9).

 

Una importante lección que resulta de este versículo es que Moisés, sabiendo que su propio ministerio estaba llegando a su fin, designó a Josué como su sucesor, poniendo así un buen ejemplo a los que están en lugares de liderazgo espiritual. Algunos pueden pensar que esto es demasiado elemental como para enfatizarlo, pero el hecho es que es frecuente este gran fracaso: no preparan sucesores ni pasan el testigo a nadie. Parece haber una resistencia innata a la idea de que somos reemplazables.

Éste es un problema que enfrentan los ancianos y obreros en las iglesias locales. Es triste que los que enseñan bien o saben hacer obra pionera, a menudo mueren sin haber discipulado a nadie. Dejan “herederos” pero no discípulos. Por ejemplo, un anciano ha servido fielmente durante muchos años, pero se acerca el día cuando ya no podrá pastorear más el rebaño. No obstante, le es difícil enseñar a un hombre más joven para que ocupe su lugar. Quizás ve a los jóvenes como una amenaza para su posición o contrasta su inexperiencia con su propia madurez y concluye que no son idóneos. Es fácil que olvide que una vez fue inexperto llegó a la madurez siendo enseñado para hacer obra de sobreveedor.

Éste puede ser también el problema en el campo misionero. El misionero que establece una iglesia sabe que debe entrenar a algunos del lugar para que asuman la responsabilidad del liderazgo espiritual. Pero piensa que no pueden hacerlo tan bien como él, que cometen muchos errores y la congregación disminuirá si él deja a otros predicar. Y, de todos modos, no saben dirigir bien. La respuesta a todos estos argumentos es que debe verse a sí mismo como un ser prescindible, no como la clave para la obra. Debe discipular a hermanos y delegarles autoridad mientras que busca trabajo en otra área del ministerio en otro lugar. Siempre hay campos sin cultivar en otras partes. No tiene porqué estar desocupado.

Cuando Moisés nombró a Josué como sucesor, la transición fue muy suave. No hubo falta de liderazgo. La causa de Dios no sufrió trauma. Así es como debe ser.

Todos los siervos de Dios deben regocijarse cuando ven a los más jóvenes levantarse para ocupar lugares de liderazgo. Deberían considerar como un gran privilegio compartir su conocimiento y experiencia con estos discípulos, y pasarles el testigo antes de verse forzados a hacerlo. Debe existir la actitud desinteresada que mostró Moisés en otra ocasión cuando dijo: “Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta” (Nm. 11:29).

Josue G Autor