23 Octubre

“No hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13b-14).

 

Cuando el Señor Jesús dijo que el Espíritu Santo no hablaría por Su propia cuenta, no dio a entender que el Espíritu nunca haría alguna referencia a Sí mismo. Más bien, la idea es que el Espíritu no hablaría por su propia autoridad o independientemente de Dios el Padre. Esto se confirma con las palabras que siguen: “…sino que hablará todo lo que oyere”.

Pero habiendo dicho esto, debemos añadir que normalmente el Espíritu Santo no habla acerca de Sí mismo. Uno de Sus ministerios característicos es glorificar a Cristo. El Señor dijo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”.

Esto significa que cuando oímos algún ministerio que exalta al Señor Jesucristo, podemos estar seguros de que es inspirado por el Espíritu. Por otra parte, cuando escuchamos mensajes que glorifican al orador en vez de al Señor, podemos tener la seguridad de que el Espíritu está entristecido. No puede al mismo tiempo testificar de la grandeza del Señor Jesús y de la grandeza del predicador.

“La enseñanza más espiritual siempre estará caracterizada por una plena y constante presentación de Cristo como el tema principal de tal enseñanza. El Espíritu se ocupa con el glorioso tema de Jesús. Se deleita hablando de Él. Se complace exponiendo Sus atractivos y excelencias. Por eso, cuando un hombre esté ministrando por el poder del Espíritu de Dios, siempre encontraremos que en su ministerio hay más de Cristo que de cualquier otra cosa. Habrá poco espacio en tal ministerio para la lógica humana y el razonamiento… El único objetivo del Espíritu… es siempre mostrar a Cristo” (C. H. Mackintosh).

A este respecto, el mundo evangélico debe reconsiderar su práctica de presentar a los conferenciantes y predicadores mediante extravagantes listas de sus logros académicos y honores teológicos. Es irreal alabar a un hombre hasta los cielos y enseguida esperar que predique en el poder del Espíritu Santo.

Una gran prueba del ministerio escrito es si realmente glorifica al Señor Jesús. Recuerdo haber leído un libro sobre la Persona y obra del Espíritu Santo. Primero me pareció extraño que el autor empleara más tiempo hablando de las excelencias morales de Cristo que del Espíritu Santo. Enseguida observé que éste presentaba una verdadera descripción de la Persona y obra del Espíritu.

Jim Elliot escribió en su diario: “Si los hombres fueran llenos con el Espíritu, no escribirían libros sobre ese tema, sino sobre la Persona a quien el Espíritu ha venido a revelar. Ocuparse de Cristo es el objeto de Dios, no la plenitud del Espíritu”.

Josue G Autor