Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre” (Romanos 16:27).
La sabiduría de Dios es como un hilo que corre a través de toda la Biblia. Así lo atestigua la Escritura: “Con Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia… con Él está el poder y la sabiduría; suyo es el que yerra, y el que hace errar” (Job 12:13, 16). “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios” (Sal. 104:24). “Jehová con sabiduría fundó la tierra; Afirmó los cielos con inteligencia” (Pr. 3:19). “Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría” (Dn. 2:20). “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Co. 1:21). “Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría… ” (1 Co. 1:30).
La sabiduría de Dios se refiere a Su perfecta visión, inerrante discernimiento y decisiones infalibles. Alguien la ha definido como la habilidad para producir los mejores resultados con los mejores medios. Es más que mero conocimiento; es la capacidad de usar ese conocimiento adecuadamente.
Todas las obras de Dios proclaman Su sabiduría. El maravilloso diseño del cuerpo humano, por ejemplo, es un elocuente tributo a ella.
Y vemos la sabiduría en el plan de salvación. El evangelio nos dice cómo ha sido pagada la pena del pecado, la justicia de Dios vindicada, Su misericordia dispensada justamente, y el creyente en Cristo está mucho mejor que lo que pudiera estar si Adán no hubiese caído.
Ahora que somos salvos, la sabiduría de Dios reconforta nuestras almas con tiernas palabras de consuelo. Nuestro Dios es tan sabio que nunca comete errores. Aunque haya cosas en la vida que en ocasiones no podemos entender, sabemos que Él no se puede equivocar.
Podemos confiarnos plenamente a Su dirección. Dios conoce el final desde el principio, y sabe de senderos de bendición que nosotros ignoramos por completo. Su camino es perfecto.
Finalmente, nuestro Señor desea que crezcamos en sabiduría. Debemos ser sabios para el bien (Ro. 16:19). Hemos de andar con prudencia y cordura, como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos (Ef. 5:15-16). Debemos ser astutos como serpientes, y sencillos como palomas (Mt. 10:16).