4 Noviembre

“En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10).

 

Hace años casi cada hogar tenía en la sala un gran álbum familiar cubierto de piel y realzado en oro. Una correa de piel con un broche se extendía desde la orilla derecha de la pasta de atrás por encima del lado derecho de la cubierta donde el broche se aseguraba. Las páginas eran de cartón rígido brillante, adornadas con motivos florales y filos dorados. A cada lado de la página había secciones recortadas donde se insertaban las fotografías. Cuando los visitantes echaban un vistazo al álbum a menudo hacían una observación, como: “Jorge se parece a su abuelo” o “Magda sin duda tiene el aire de la familia”.

La primera epístola de Juan me recuerda a ese viejo álbum familiar porque describe a aquellos que son miembros de la familia de Dios y que tienen el parecido familiar. Sin embargo, aquí hablamos de parecido espiritual y moral en vez de físico.

Los cristianos verdaderos manifiestan por lo menos ocho características que les dan ese “parecido” espiritual. La primera es que todos ellos dicen lo mismo acerca de Jesús. Confiesan que Él es el Cristo, es decir, el Mesías o Ungido (1 Jn. 4:2; 5:1). Para ellos Jesús y Cristo son una y la misma Persona.

Todo verdadero cristiano ama a Dios (5:2). Aun cuando ese amor pueda ser débil y vacilante, no hay un momento en el que un creyente no pueda mirar el rostro de Dios y decir: “Tú sabes que te amo”. Todos los creyentes aman a los hermanos (2:10; 3:10, 14; 4:7, 12). Este es el sello de todos los que han pasado de muerte a vida. Porque aman a Dios, aman a los que son nacidos de Dios.

Aquellos que aman a Dios guardan especialmente Sus mandamientos (3:24). Su obediencia está motivada no por temor al castigo sino por amor a Él, quien dio todo por ellos.

Los cristianos no practican el pecado (3:6, 9; 5:18). Cierto, cometen actos de pecado, pero el pecado no es el poder dominante en sus vidas. No son sin pecado pero pecan menos. Los miembros de la familia de Dios practican la justicia (2:29; 3:7). No es sólo que no pecan habitualmente, eso podría ser negativo y pasivo. Alcanzan a los demás con acciones de justicia: eso es positivo y activo.

La séptima característica de los miembros de la familia de Dios es que no aman al mundo ni lo que está en el mundo (2:15). Se dan cuenta de que el mundo es un sistema que el hombre ha construido en oposición a Dios y que ser amigo del mundo es constituirse en enemigo de Dios.

Finalmente los cristianos vencen al mundo por medio de la fe (5:4). Más allá del engaño de las cosas pasajeras, ven las cosas eternas. Viven para las cosas que no se ven.

Josue G Autor