“Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
A veces parece que los cristianos son especialmente propensos a aceptar modas pasajeras y vientos de doctrina. John Blanchard contaba acerca de dos conductores de autobús que cambiaban impresiones. Cuando uno de ellos mencionó que en una ocasión su autobús se llenó de cristianos, el otro le dijo: “¿Cómo sabías que eran cristianos? ¿En qué creían?” a lo que el primero contestó: “¡Cualquier cosa que les decía!”
Puede ser una moda alimenticia. Se denuncian ciertos alimentos como venenosos y a otros les achacan propiedades casi mágicas. Siempre aparece por ahí alguna medicina de moda que, por estar hecha de alguna raíz misteriosa, augura resultados espectaculares.
Los cristianos son especialmente cándidos cuando se les pide dinero. Responden fácilmente a la publicidad que involucra a huérfanos o desastres, sin investigar la integridad de la agencia que la patrocina. Los impostores florecen entre los creyentes. No importa cuán ridícula sea su historia lacrimógena, son capaces de amasar buenas fortunas.
Quizás el problema consiste en que no podemos distinguir entre fe y credulidad. La fe descansa en la cosa más segura del universo que es la Palabra de Dios. La credulidad acepta las cosas como un hecho, sin evidencia, y algunas veces frente a la evidencia de lo contrario.
Dios no quiere que los creyentes renuncien a su capacidad de discernimiento o facultad crítica. La Biblia está llena de exhortaciones de este tipo:
“Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5:21).
“…si entresacares lo precioso de lo vil” (Jer. 15:19).
“Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento” (Fil. 1:9).
“Amados, no creáis a todo espíritu sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (1 Jn. 4:1).
El peligro es especialmente grande en lo que toca a modas doctrinales y novedades. Pero en muchas otras áreas es posible que confundan o estafen a los cristianos con trucos y extravagancias que engañadores y estafadores inventan con sagacidad inagotable.