26 Julio

“Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mateo 10:35-36).

 

Nuestro Señor no está hablando aquí acerca del propósito expreso de Su venida sino más bien de su resultado inevitable. Está diciendo que cada vez que alguien le siga, experimentará amarga oposición de sus parientes y amigos. En ese sentido, no vino a traer paz sino espada (v. 34).

La historia ha cumplido la profecía. Dondequiera que las personas se vuelven al Salvador viviente y amante, se han encontrado con improperios y hostilidad. Han sido ridiculizados, desheredados, echados de su casa, despedidos de sus trabajos, y en muchos casos, hasta asesinados.

La oposición es completamente irracional. Tenemos el ejemplo de un padre cuyo hijo era adicto al pegamento. Cuando éste le dio la espalda a las drogas y decidió servir a Cristo activamente ¿Piensas que esto agradó a su padre? ¡Pues no! Se puso furioso. El padre admitía francamente que prefería que su hijo anduviera en el camino en el que estaba antes.

Otros son librados del alcoholismo, del crimen, de la perversión sexual y del ocultismo. Ingenuamente piensan que sus parientes no sólo estarán encantados sino que querrán hacerse cristianos. Pero esto no sucede así. La venida del Señor Jesús trae división en la familia.

Abandonar la religión de los padres para seguir a Cristo inflama las pasiones más profundas. Por ejemplo, un miembro de una familia judía no practicante, se hace cristiano y esto provoca violentos arrebatos emocionales. Al ofensor se le llama renegado, traidor y hasta se le llega a asociar con Hitler como enemigo de los judíos. Las protestas y súplicas cristianas caen en oídos sordos.

En muchos países musulmanes, convertirse a Cristo se castiga con la muerte. La sentencia no la ejecuta el gobierno sino la familia inmediata. La esposa, por ejemplo, puede poner cristal molido en la comida del marido.

Y, a pesar de esto, por medio de la confesión clara de los nuevos convertidos y a través de una paciencia como la de Cristo frente al odio y la persecución, otros vienen a darse cuenta del vacío de sus propias vidas y religión y se vuelven al Señor Jesucristo con arrepentimiento y fe. Así crece el pueblo del Señor a través de oposición, y prospera en medio de persecución.

Josue G Autor