18 Diciembre

“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20).

 

Dios pronuncia un ¡ay! sobre aquellos que invierten los valores morales, haciendo al pecado respetable y sugiriendo que la pureza es menos que deseable. Herbert Vander Lugt citaba tres ilustraciones contemporáneas de cómo los hombres intentan forzar las distinciones morales. “Primero, leí un artículo que trataba ligeramente los pésimos resultados de la pornografía, pero que deploraba la “actitud puritana de los religiosos”. Segundo, me topé con el relato en un periódico que hablaba de un grupo de padres preocupados que intentaban quitar de su puesto a una maestra soltera embarazada. El escritor la describía como una bella persona, mientras que se refería a las madres y a los padres como villanos. Tercero, observé cómo un invitado a un programa de televisión defendía el rock duro, la borrachera y el uso de drogas en relación a un concierto en el que varios jóvenes resultaron muertos. Acusaba de nuestros problemas sociales a aquellos individuos que no gustaban de este tipo de reuniones”.

Deseo sugerir dos razones que explican porqué estamos siendo testigos de una ola creciente de cambios morales. En primer lugar, la gente ha abandonado los absolutos morales que se encuentran en la Biblia. Ahora la moralidad es asunto de la propia interpretación. En segundo lugar, cuanto más rienda suelta se da al pecado, más obligados se sienten a justificar el pecado como una conducta legítima, defendiéndose de esta manera.

Algunos que encuentran difícil justificar el pecado recurren en cambio a argumentos ad hominen, esto es, atacan el carácter del oponente en vez de contestar a sus argumentos. De este modo, en las ilustraciones antes citadas, los libertarios atacaban la “actitud puritana de los religiosos”, presentaban a los padres como villanos y culpaban de los problemas sociales a la gente que hablaba claro contra la borrachera, las drogas y un concierto de rock en el que varios jóvenes resultaron muertos.

Además de aquellos que invierten las distinciones morales, existen también los que se complacen en enturbiarlas. Desafortunadamente un gran número de éstos son líderes religiosos. En vez de sacar a la luz de lleno el lado bíblico y llamar a los pecados por sus nombres, andan con mucho sigilo por las ramas, dando a entender que, después de todo, no son tan malos. Según ellos, la borrachera es una enfermedad. La perversión es un estilo de vida alternativo. El sexo fuera del matrimonio es admisible si éste es aceptable culturalmente. Los abortos, la desnudez pública y la prostitución son derechos personales que no deben restringirse.

Semejante pensamiento confuso deja al descubierto una grave ausencia de inteligencia moral. Estos argumentos perversos son mentiras del diablo que al final hunden a los hombres en la perdición.

Josue G Autor