“…porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual” (1 Samuel 30:24).
Cuando David recobró la ciudad de Siclag de mano de los amalecitas, algunos de sus hombres no quisieron compartir el botín con los doscientos que habían quedado atrás en el torrente de Besor. David dispuso que aquellos que cuidaban las provisiones debían compartir igualmente con los que fueron a la batalla.
Por cada soldado que entra en combate, hay varios que trabajan atrás de las líneas. En la Segunda Guerra Mundial solamente el 30% de las tropas del Ejército de los Estados Unidos estaban alistadas en unidades de combate. Los demás eran personal de apoyo que servían en unidades como la de ingeniería, intendentes militares, artillería, comunicaciones, transporte y gobierno militar.
Esta situación ofrece un paralelo con la obra del Señor. Aunque todos los cristianos son soldados, no todos están en el frente de batalla. No todos son predicadores, evangelistas, maestros o pastores. No todos son misioneros sirviendo en los frentes de batalla del mundo.
Dios tiene también personal de apoyo en Su armada. Están los fieles guerreros de la oración que agonizan cada día hasta que la marea de la batalla cede. También están los administradores devotos que viven vidas de sacrificio para disponer de más dinero para la causa del Señor. Hay aquellos que proveen comida y alojamiento a los que están cara a cara en conflicto con el enemigo. Entre ellos se cuentan los que mecanografían manuscritos que un día llevarán el mensaje a tierras distantes. También están los que editan, traducen e imprimen literatura cristiana. Pensemos en las mujeres que ministran con excelencia sus hogares, criando hijos e hijas para el servicio del Rey. Por cada uno en el grueso de la batalla, hay otros que sirven activamente como personal de apoyo.
Cuando se repartan las recompensas, los que dieron toda su ayuda compartirán en partes iguales con aquellos que fueron aclamados como héroes de guerra. Todos los que sirvieron sosegadamente detrás de las líneas recibirán los mismos honores que las celebridades evangélicas.
Dios es capaz de ajustar cuentas a todos. Puede medir con precisión la importancia de la contribución de cada uno. Habrá abundancia de sorpresas. Aquellos que no llamaban la atención y pensábamos que no eran importantes, veremos que ocupaban posiciones cruciales. Sin ellos, habríamos sido impotentes.