31 Octubre

“El hijo sabio alegra al padre, pero el hijo necio es tristeza de su madre” (Proverbios 10:1).

 

¿Qué es lo que determina que un hijo sea sabio o necio? ¿Cuáles son los factores que determinan si llegará a ser un Juan o un Judas?

La educación de los padres es sin duda alguna una importante consideración. Esto incluye enseñar minuciosamente los conocimientos básicos de las Sagradas Escrituras. No podemos valorar demasiado la influencia santificadora de la Palabra.

Esto incluye un hogar fortalecido por la oración. La madre de un destacado predicador evangélico atribuía su preservación del mal moral y doctrinal al hecho de que ella “desgastó sus rodillas orando por él”.

Denota el uso de una disciplina firme y consistente, para que el hijo aprenda a obedecer y someterse a la autoridad. Escuchamos airadas protestas en nuestros días contra la disciplina estricta, pero más vidas han naufragado por la tolerancia que por el uso de la vara (Pr. 13:24; 23:13,14).

Esto significa darle al niño la seguridad de saber que es amado. La disciplina debe administrarse como un acto de amor, y no del malhumor ni para desahogarse.

Significa que los padres deben ser un ejemplo vivo de lo que profesan, no sólo en las reuniones, sino en la vida cotidiana en el hogar. La hipocresía en la religión ha demostrado ser una piedra de tropiezo para muchos hijos de creyentes.

Pero también la voluntad del niño está implicada. Cuando deja el hogar es libre para tomar sus propias decisiones. Con frecuencia hijos criados en la misma casa bajo las mismas condiciones llegan a ser diferentes.

Hay que afrontar dos hechos de la vida. Uno es que muchos quieren paladear al mundo por sí mismos. El otro es que la mayoría prefiere aprender a base de golpes, a través de la vergüenza y la desgracia, en vez de hacerlo por medio del consejo sabio.

Los padres sabios no fuerzan ni manipulan a sus hijos para que hagan una profesión de fe. Si los hijos quieren rendirse al Señor hay que ayudaros, pero si son presionados, ocurrirá que volverán atrás al pasar el tiempo, y será más difícil ganarlos para Cristo. Si los padres cristianos han hecho todo lo posible para criar a un hijo en la disciplina y amonestación del Señor, y más tarde éste naufraga, ¿qué diremos entonces? Deberán recordar que el último capítulo no se ha escrito todavía, y que no hay caso demasiado difícil para el Señor. Orando continua y ardientemente y manteniendo abiertos los canales de comunicación muchos han vivido para ver a su hijo o hija pródigos regresar. En otros casos, las oraciones de los padres han sido contestadas después de que ellos han partido con el Señor.

Josue G Autor