16 Junio

“Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” (Salmo 115:3).

 

Dios es soberano, es decir, es el Gobernante supremo del universo, y en calidad de eso puede hacer lo que le agrada. Pero habiendo dicho esto, nos apresuramos a añadir que Dios se agrada siempre de lo que es justo. Sus caminos son perfectos.

Isaías cita al Señor: “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:10). Cuando le fue restaurada la razón a Nabucodonosor, dijo: “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Dn. 4:35). El apóstol Pablo insiste en que el hombre no tiene derecho a cuestionar las acciones de Dios: “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?” (Ro. 9:20). Y en otro lugar habla de Dios como Aquel que “hace todas las cosas según el designio de Su voluntad” (Ef. 1:11).

Spurgeon decía: “Proclamamos a un Dios entronizado, y Su derecho a hacer como desea con lo que es Suyo, a disponer de Sus criaturas como considera que está bien, sin consultarlas sobre el asunto”.

Para decirlo de manera muy sencilla, la doctrina de la soberanía de Dios es una doctrina que reconoce que Dios es Dios.

Es una verdad que me llena de asombro y reverencia. No puedo comprender todas sus ramificaciones, pero eso no me impide que lo alabe y lo adore.

Es una verdad que me mueve a someterme a Él. Dios es el Alfarero y yo soy el barro. Por haberme creado y redimido tiene derechos sobre mí, y bajo ninguna circunstancia puedo replicarle o cuestionar Sus decisiones.

Por otra parte, es una verdad que llena de consuelo. Ya que Dios es el Gobernante supremo, podemos estar seguros de que está llevando adelante Sus propósitos, y que alcanzarán la meta deseada.

Su propósito eterno es como un tapiz de hechura maravillosa. Los hilos oscuros son tan necesarios para el tapiz como lo son los de plata y oro.

Josue G Autor